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ASUNCIÓN, Paraguay - El cáncer de mama continúa siendo el tipo de cáncer más común y que más muertes causa en mujeres en las Américas, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En 2020 hubo más de 210.000 nuevos diagnósticos en América Latina y el Caribe, y casi 68.000 muertes.

Lira Giménez es una sobreviviente del cáncer de mama. Fue diagnosticada en 2008, superó 5 cirugías y 21 sesiones de quimioterapia. Ella afirma que hay un antes y un después.

Este tipo de diagnóstico nos recuerda que somos finitos y que nos debemos una mejor calidad de vida, disfrutar más la familia, no desperdiciar mucho nuestro tiempo, canalizar mejor nuestras energías, asegura, por lo que considera importante trasmitir su experiencia a otras mujeres que están pasando por lo mismo.

Cada 28 de mayo, recordamos el Día Internacional de Acción por la Salud de la Mujer, fecha que nos invita a reflexionar sobre las múltiples causas de enfermedad y muerte que afectan a las mujeres. En este contexto te invitamos a conocer más de Lira, quien sostiene que cada persona vive de una manera diferente la enfermedad y su proceso. Ella, en particular, durante su tratamiento siguió trabajando, pudo viajar, escalar cerros, ir a conciertos y partidos de rugby: nunca dejó de disfrutar la vida y, por ello, nunca se sintió enferma.

Para formarse tuvo que hacer muchos sacrificios: caminaba kilómetros a la universidad, almorzaba lo que podía (desde mangos, arroz o cuajo con limón), tenía sólo un par de zapatos y el dinero no alcanzaba para los libros, por lo que le tocó hacer fotocopias y muchas veces ser oyente en los grupos de estudio. “Es posible salir de situaciones duras y construir un lindo futuro”, expresa Lira, con la fortaleza adquirida de fuertes experiencias como lo es la violencia intrafamiliar en su familia de origen.

Afrontó su primera cirugía mamaria a los 19. Años después encontró otra pelotita en uno de sus senos y 6 meses después ya tenía un estadio más avanzado (3), por lo que le practicaron una mastectomía y con sesiones de quimioterapia se recuperó rápidamente. En tres años la enfermedad regresó y Lira reinició el tratamiento.

Reconoce que era una mujer mucho más exigente, que trabajaba 20 horas al día, y que con esta vivencia aprendió a priorizar, a poner las cosas en su lugar.

Pionera de AMACMA

Lira cuenta que al momento del diagnóstico tenía una hija pequeña de 3 años y un hijo de 13. A partir de allí empezó a relacionarse con gente que estaba pasando por lo mismo. Identificaron un factor común: eran producto de muchos errores médicos. En este sentido, rememoró que la operó un ginecólogo, quien no la envió con un o una profesional de mastología.

Hizo hincapié en la desinformación que había hace 14 años, ya que no se sabía ni lo que era una mastectomía (extirpación de la glándula mamaria o de una parte de ella) o un ganglio centinela (los primeros ganglios linfáticos hacia los que se disemina el cáncer) y entonces decidió, junto a otras mujeres, que debían hacer algo al respecto. Así empezó a funcionar lo que luego sería la Asociación de Mujeres de Apoyo contra el Cáncer de Mama (AMACMA). Más de la mitad de las fundadoras hoy ya no están, pero pelearon muchísimo y son el espíritu de AMACMA.

Lira afirma que el desafío que enfrentan es empujar y hacer que las estadísticas y el sistema de salud mejoren, y claro esto no es fácil. Las integrantes de esta asociación saben que el cáncer en general es una enfermedad devastadora y tienen un compromiso con la lucha, por lo que decidieron no aceptar presupuesto del Estado, a fin de no perder la imparcialidad y la capacidad crítica. Como logro, mencionan que hace 14 años para estudios complejos se debía ir a otro país y que en la actualidad hay muchas más opciones y medios de diagnósticos en Paraguay.

Otra de sus luchas es la calidad de los medicamentos y la corrupción, “porque el cáncer es visto como un negocio y por ello aún es más necesaria la protección del Estado”, agrega.

El diagnóstico en una mujer de escasos recursos

Cuando una mujer en situación más vulnerable y de pobreza recibe la noticia de que padece cáncer de mama comienza una odisea. “Yo pongo siempre de ejemplo a la señora que trabaja en casa. Ella es una mujer sola, tiene 6 hijos, y debe ir al Instituto Nacional del Cáncer (INCAN) a tratarse. Pero esto le conlleva elegir si dar de comer a sus hijos o intentar curarse. Tenemos un Estado que no está preparado para responder a un sector vulnerable en relación a esta enfermedad”, sentencia Lira y añade que se precisa fortalecer el soporte psicológico que es fundamental.

Otro desafío que tienen como organización es el análisis del sistema laboral ante este tipo de enfermedades. “Tuvimos compañeras que eran empleadas domésticas y supimos por ellas su padecimiento en todo lo que fue su tratamiento. Muchas veces nos tocó hablar con sus jefes, apoyarlas, debido a que ya habían tomado el periodo de reposo”, expresa Lira.

Pelucas solidarias

Una peluca cuesta entre 3 a 4 millones de guaraníes (400 a 550 dólares, en un país donde el salario mínimo no alcanza los 400 dólares) y Lira asegura que es lo más difícil de conseguir. “Había compañeras que venían con pelucas de muy baja calidad, de nylon, entonces nos decidimos y empezamos con las pelucas oncológicas”, comenta y remarca que hasta ahora han donado 200 pelucas.

Las pelucas se donan durante el tratamiento y, posteriormente, deben ser devueltas para que otra persona pueda utilizarlas.

Una historia de resiliencia, de solidaridad y de fortaleza femenina, atributos que caracterizan a AMACMA y a sus integrantes, sin lugar a dudas.

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Redacción: Carolina Ravera Castro y Zunilda Acosta.

Fotografías: UNFPA Paraguay/Jeremy Martínez.